2 de octubre: la memoria como acto de justicia.
Cada 2 de octubre el calendario nos recuerda que la democracia moderna mexicana se escribió con sangre. La matanza de Tlatelolco en 1968 fue un crimen de Estado: jóvenes que exigían derechos y libertades básicas enfrentaron balas, mientras el gobierno intentaba cubrir los hechos con miedo y censura.
L@S COLUMNISTAS


Cada 2 de octubre el calendario nos recuerda que la democracia moderna mexicana se escribió con sangre. La matanza de Tlatelolco en 1968 fue un crimen de Estado: jóvenes que exigían derechos y libertades básicas enfrentaron balas, mientras el gobierno intentaba cubrir los hechos con miedo y censura.
El paso del tiempo jamás puede ser excusa para la amnesia pública. El olvido significa aceptar la versión oficial de quienes buscaron borrar los sucesos y darle a la impunidad una victoria ignominiosa. En cambio, la memoria representa resistencia ciudadana. Recordar se convierte en un pequeño acto de justicia cuando los canales oficiales permanecieron ausentes y en brújula moral cuando la política olvidó las causas de las juventudes.
El 2 de octubre trasciende cualquier simple efeméride. Representa una herida abierta que recuerda que la democracia mexicana sigue en construcción, que las instituciones deben escuchar a la gente en lugar de someterla, que la protesta social merece respeto. En un tiempo en que voces autoritarias resurgen en distintas partes del mundo, el recuerdo del 68 se vuelve indispensable.
Los estudiantes de entonces pedían cosas tan básicas que hoy parecen obvias: libertades democráticas, respeto a la disidencia, derecho a organizarse. Su lucha sembró la semilla del país que hoy se está construyendo, aun frente a la represión. Cada marcha conmemorativa, cada testimonio, cada letrero que proclama “2 de octubre no se olvida” confirma que la memoria permanece viva.
México mantiene una deuda histórica con las víctimas y con sus familias. La justicia plena quizá nunca llegue, pero sostener la memoria impide que el poder repita abusos bajo la comodidad del olvido impune. Recordar el 68 significa comprometerse con la democracia, con la dignidad y con la libertad de expresión de las generaciones actuales y venideras.
El 2 de octubre permanece en la conciencia nacional porque el país no puede permitirse olvidar. Cada estudiante, cada ciudadano, cada joven que hoy levanta la voz lo hace sobre los hombros de quienes hace más de medio siglo desafiaron al autoritarismo con la esperanza de un México distinto.