COAHUILA: CRÓNICA DE UN SISTEMA ACABADO.
El priismo en Coahuila, desde hace tiempo, entendió que tenía dos caminos: o renovarse y acercarse al pueblo, o cooptar todos los espacios políticos —autónomos o no— para poder postular a personajes impresentables, corruptos y de muy mala fama, pero con una victoria segura. Eso, acompañado de un sistema de coacción del voto donde las despensas, tinacos, materiales de construcción y el frijol con gorgojo son repartidos bajo el impresentable esquema de líderes y lideresas que operan el programa “Mejora Coahuila”, una política pública que dice ser para todas y todos, pero que casi en letras chiquitas especifica ser “para todos… los priistas”.
L@S COLUMNISTAS


En política, los sistemas no son tan difíciles de identificar: están aquellos nacidos en la legitimidad y muertos por la necedad; los nacidos ilegítimos y perecidos por la rabia; los emanados del pueblo y revitalizados por el pueblo mismo; y, entre todos ellos, también el inexplicable sistema coahuilense.
Inexplicable por la falta de elementos tangibles que justifiquen cómo un mismo partido ha logrado gobernar a una entidad durante casi 100 años, cuando Coahuila carga en su esencia raíces profundamente democráticas, empezando por Francisco I. Madero, el Prócer de la Democracia, diría el presidente López Obrador.
Pero no son solo las raíces, sino las flores mismas, las que generan desconcierto al intentar explicar este siglo político en Coahuila: ¿por qué, al recorrer las calles de nuestro estado, nos topamos con una mayoría de personas hartas del PRI? ¿Por qué la actualidad ya no concuerda con la realidad? ¿Cómo un pueblo ávido de una transformación democrática no ha logrado desarraigarse de un sistema ya a todas luces rancio?
Es aquí donde aparecen, por fin, las explicaciones de un sistema maquiavélicamente exitoso, pero con una fecha de caducidad próxima.
El priismo en Coahuila, desde hace tiempo, entendió que tenía dos caminos: o renovarse y acercarse al pueblo, o cooptar todos los espacios políticos —autónomos o no— para poder postular a personajes impresentables, corruptos y de muy mala fama, pero con una victoria segura.
Eso, acompañado de un sistema de coacción del voto donde las despensas, tinacos, materiales de construcción y el frijol con gorgojo son repartidos bajo el impresentable esquema de líderes y lideresas que operan el programa “Mejora Coahuila”, una política pública que dice ser para todas y todos, pero que casi en letras chiquitas especifica ser “para todos… los priistas”.
Solo así se puede entender la sucesión de Humberto Moreira a Rubén Moreira y, posteriormente, de Miguel Riquelme a Manolo Jiménez. Quisiera decir que uno peor que otro, pero todos están parejos al momento de elegir al “menos peor”.
Si alguien ajeno o ajena a nuestro sistema político quisiera tomar referencias de un documental, lamentablemente no existe, pero hay dos películas sumamente ilustrativas sobre lo que vivimos día a día: La dictadura perfecta y La ley de Herodes.
Lo curioso de esas películas es que las dirige la misma persona, el elenco se repite en su mayoría y los personajes hasta comparten apellidos, nada más parecido a las boletas electorales de Coahuila.
Sin embargo, esta crónica es apenas el anuncio de un sistema acabado, sostenido únicamente por la duración del término actual. En las pasadas elecciones federales, Claudia Sheinbaum obtuvo más de 850 mil votos, derrotando a la candidata del PRIAN por doble dígito; las senadurías de mayoría fueron conquistadas por Morena, relegando a Miguel Riquelme al segundo lugar; y, de ocho diputaciones federales, la Cuarta Transformación obtuvo cinco.
Ya se van. Eso se siente todos los días en nuestras calles. Pero, por el momento, y desde el desierto coahuilense, nos toca instruirnos, conmovernos y organizarnos para lograr la hazaña de romper con cien años que nunca más deben volver a existir.
