Comunicación política para una izquierda que transforma

La ideología de izquierda tiene algo que ninguna campaña artificial puede comprar: una historia viva que nace del pueblo.

L@S COLUMNISTAS

Martín Solís

7/31/20252 min read

La ideología de izquierda tiene algo que ninguna campaña artificial puede comprar: una historia viva que nace del pueblo.

Cada vez que una mujer organiza a su colonia para exigir luminarias, cada vez que un joven alza la voz para pedir inclusión, cada vez que un adulto mayor se levanta con dignidad para exigir sus derechos, el campesino que resiste y lucha… ahí hay una narrativa poderosa que debemos comunicar.

La comunicación política no es solo informar, es hacer visible lo que ya estamos transformando, es sembrar confianza, comunidad y esperanza en cada palabra, es narrar que el cambio no es promesa, es presente en construcción.

Hoy tenemos herramientas que nunca antes tuvimos: redes sociales, plataformas abiertas, voces múltiples. Y también tenemos lo más valioso: el testimonio real de la gente. Quien vive la transformación en su calle, en su escuela, en su salud, lo cuenta con el corazón.

Por eso, desde la izquierda, comunicar es un acto de amor colectivo, es tejer una historia donde nadie se quede fuera, donde la justicia no sea una consigna lejana, sino una experiencia diaria.

No se trata de competir con slogans vacíos, sino de contar historias reales, con emoción. Cada palabra que nace de ahí tiene una fuerza que ninguna campaña sintética puede replicar.

Las redes sociales y los medios alternativos nos permiten romper cercos informativos y construir comunidad. Pero más allá de la tecnología, lo esencial es el mensaje, uno que emocione, que organice, que sume.

Contemos lo que somos, un movimiento de causas, de abrazos, de luchas que se abrazan. Porque cuando el pueblo habla con verdad, el poder escucha con respeto, y cuando la izquierda comunica con esperanza, el futuro ya está más cerca.

Cuando la comunicación nace del amor por el pueblo, por la historia compartida y por el porvenir que anhelamos, se convierte en un acto profundamente revolucionario.

La revolución también necesita poetas, y si no los encuentra, tendrá que inventarlos.

En cada palabra bien dicha, hay una chispa de transformación. Y eso, es lo más poderoso que tenemos.