Del libro a la pantalla. García Márquez en Netflix.

“Cuando me muera, hagan lo que quieran con mi obra”. Pensaría García Márquez a la propuesta de llevar su argumento al cine, agrandando aún más la responsabilidad de autorizar una serie que a todas luces debería estar a la altura del magistral texto. Serían necesarios todos los recursos posibles de producción, pero sin perder la esencia que nos ha acompañado desde la década de los sesentas hasta el momento actual. Que no se escape la nostalgia que se mezcla con el sudor de los personajes en un pueblo que surge y crece al igual que sus moradores.

L@S COLUMNISTASCULTURE

Ana María Néder

6/12/20252 min read

“Cuando me muera, hagan lo que quieran con mi obra”. Pensaría García Márquez a la propuesta de llevar su argumento al cine, agrandando aún más la responsabilidad de autorizar una serie que a todas luces debería estar a la altura del magistral texto. Serían necesarios todos los recursos posibles de producción, pero sin perder la esencia que nos ha acompañado desde la década de los sesentas hasta el momento actual. Que no se escape la nostalgia que se mezcla con el sudor de los personajes en un pueblo que surge y crece al igual que sus moradores.

A qué amasijo de palabras podemos recurrir para describir los hechos que se presienten y palpitan en nuestros dedos cuando leemos y releemos Cien Años de Soledad.

Kafkiano si, sin dar explicaciones a los actos que se apoderan del argumento genial de García Márquez y se muestran reales sin pedir disculpas, a lo simple o a lo complejo, usando lo real y lo mágico. Macondo por primera vez se instala en las pantallas, los directores se apegan en gran medida al argumento original, cuidadosos en un muy interesante casting donde se arriesga y apuesta más a la fiel naturalidad de los actores que a un profesionalismo histriónico, que no siempre determina el éxito.

Los lectores que ya habíamos experimentado los miedos y los deseos en el primer encuentro con la obra, tradujimos en imágenes los sonidos que se presienten, los movimientos sensuales a los que se entregan los cuerpos obsesionados por la calidez de los deseos. Le dimos una oportunidad a Cien Años de Soledad en la pantalla chica, no comparamos los recuerdos de la lectura con la imposición de la imagen y haciendo justicia la serie logra crear ambientes donde las costumbres y los principios se muestran. Está presente la libertad como una forma natural de vida, la justicia como una consecuencia lógica y el temor a ser castigado e ir arrastrando culpas.

El devenir histórico de Macondo narrado desde la vida poco común de una familia donde desfilan los espejismos de lo fantástico pero real, de lo inexplicable pero cierto. Ese Macondo que se extiende inocente como un lienzo donde se pinta el tiempo con vestuarios, sabores, secretos, murmullos que en mucho encuentran las miradas asombradas de los espectadores que van tejiendo una crítica que puede ser muy exigente. Lo cierto es que este valioso argumento en esta era de la inteligencia artificial asombra tanto como cuando los Buendía conocieron el hielo, cuando la alquimia era posible.

Que el viento que sopla en Macondo nos visite con todos sus artificios y que a manera de eco se oigan, vean y sientan en muchos cien años más el nacimiento de Macondo y nos sentemos a la entrada, en el porche a saborear un de los dulces de Úrsula mientras escuchamos a Melquiades como a punto de convertir los metales en oro va registrando paso a paso sus experimentos mientras las pasiones se refugian en la obscuridad y alargan las noches.

Dejemos que la obra viaje, que se vuelva peregrina como los gitanos, que cada vez encuentre mil formas nuevas de contarse, mientras a la sombra del castaño acariciamos nuestras locuras con las manos entre las hojas vividas en Cien Años de Soledad.