Despertar de conciencias: un México Despierto

En esta momento histórico que vive México, el despertar de conciencias ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en un proceso real, cotidiano y necesario.

L@S COLUMNISTAS

Samia Montaño

7/10/20252 min read

En esta momento histórico que vive México, el despertar de conciencias ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en un proceso real, cotidiano y necesario.

No es casual que, durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se sembrara en el imaginario social la semilla de la participación activa, de la toma de decisiones desde la base, desde un pueblo consciente que ya no se deja pastorear como un rebaño.

Este despertar no es solo político —aunque tiene un fuerte componente ideológico—; es también emocional, colectivo, profundamente humano. Estamos ante una ciudadanía que empieza a mirarse con otros ojos, a reconocerse parte de una historia en construcción. Una historia que puede y debe escribirse desde la colectividad, desde abajo y con dignidad. Como decía Carl Jung: el inconsciente colectivo se activa cuando una sociedad decide romper con lo impuesto y comenzar a vivir desde la verdad de su propio deseo.

Hoy, el pueblo de México ya despertó. Y seguimos despertando.

Después de años de oscuridad mediática y apatía inducida, la intuición de cambio se volvió conciencia de lucha. El movimiento de la Cuarta Transformación es mas que un discurso político: es una ruptura histórica con el neoliberalismo que deshumanizó al país. Es la revalorización de la comunidad, de la justicia social, de la soberanía Nacional.

En este nuevo imaginario socio-cultural, la indignación se convierte en organización, el dolor en memoria colectiva y la esperanza en compromiso activo. Es una ciudadanía que se ha hartado del olvido, que no teme al poder, sino que lo vigila, lo interpela y lo redefine. Estamos dejando atrás un modelo que nos despojó de humanidad, para entrar en una etapa donde el poder ya no se ejerce desde arriba, sino que emana desde el pueblo que ha tomado conciencia de su lugar en la historia.

Reconstruir el tejido social es quizá el desafío más profundo de este despertar.

Hablo de sanar las fracturas históricas que nos dividieron entre centro y periferia, entre saberes populares y saberes oficiales, entre quienes gobiernan y aquellos que son gobernados. Este nuevo pacto social que estamos forjando implica reconocernos como iguales en dignidad, pero también en responsabilidad. Requiere darle valor a lo común, lo que nos une, y cultivar nuevas formas de convivencia, de solidaridad, de justicia cotidiana.

La transformación no solo se mide en políticas públicas, sino en cómo nos relacionamos entre nosotros. En cómo nos cuidamos, cómo nos escuchamos, cómo aprendemos a construir comunidad desde lo cotidiano. Ese es el verdadero horizonte civilizatorio: uno donde la dignidad no sea un privilegio, sino un derecho.

Y en este despertar, la llegada de la Dra. Claudia Sheinbaum a la presidencia marca un hito profundo.

Por primera vez, una mujer lidera el destino de México. No es un simple símbolo; es una quiebre de paradigma. Es la prueba de que la conciencia colectiva también rompe estereotipos, de que podemos mirar el poder desde otro enfoque: más justo, más plural, más digno.

Su liderazgo confirma que este despertar ya se materializa, que no se trata solo de resistir, sino de construir. Claudia no llega sola: llega con el respaldo de un pueblo que decidió no dormirse más.

Lo que estamos viviendo es más que un cambio de gobierno: es un cambio de règimen. México dejó de esperar justicia desde arriba y empezó a construirla desde abajo. Y eso, aunque incomode a muchos, es lo más revolucionario que hemos hecho en décadas.