Educar para mejorar: la agenda pendiente en México.

La educación en México vive una de sus etapas más complejas. Aunque el discurso oficial insiste en la ampliación de la cobertura y en el fortalecimiento de la “nueva escuela mexicana”, la realidad que enfrentan millones de estudiantes y maestros está marcada por rezagos estructurales, desigualdad y falta de visión a largo plazo. Hoy, más que nunca, resulta indispensable analizar críticamente el estado del sistema educativo y plantear soluciones que vayan más allá del corto plazo y de la retórica política.

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José Manzur Lizárraga

8/27/20252 min read

La educación en México vive una de sus etapas más complejas. Aunque el discurso oficial insiste en la ampliación de la cobertura y en el fortalecimiento de la “nueva escuela mexicana”, la realidad que enfrentan millones de estudiantes y maestros está marcada por rezagos estructurales, desigualdad y falta de visión a largo plazo. Hoy, más que nunca, resulta indispensable analizar críticamente el estado del sistema educativo y plantear soluciones que vayan más allá del corto plazo y de la retórica política.

Uno de los problemas más graves es la desigualdad en el acceso y la calidad educativa. No es lo mismo estudiar en una escuela urbana con acceso a internet, laboratorios y maestros capacitados, que en una telesecundaria rural sin electricidad estable ni materiales básicos. Estas brechas condenan a generaciones enteras a una formación limitada, restringiendo su movilidad social y perpetuando el círculo de pobreza. El supuesto derecho universal a la educación en México sigue dependiendo, en gran medida, del hogar y condiciones con que se nace.

A lo anterior se suma la crisis de aprendizaje, agudizada por la pandemia. Millones de alumnos experimentaron pérdidas significativas en matemáticas, comprensión lectora y habilidades socioemocionales. Aunque se habla de “recuperación educativa”, en la práctica faltan estrategias sólidas para medir y atender estos retrocesos. Un país que no garantiza competencias básicas a sus jóvenes compromete seriamente su desarrollo económico y democrático a futuro.

Tampoco se puede ignorar la situación del magisterio. Si bien existen maestros comprometidos, aunque no son todos; las condiciones laborales y la falta de formación continua, limitan el potencial del gremio. La educación de calidad requiere docentes motivados, bien preparados y con acceso a herramientas pedagógicas modernas. Sin embargo, persisten inercias sindicales, falta de incentivos y una burocracia que sofoca la innovación y pone un freno a la vocación real de los docentes.

Frente a esta realidad, urge un replanteamiento profundo de las políticas educativas. No basta con cambiar libros de texto o lanzar programas aislados; se necesita una visión de Estado que priorice tres ejes:

1. Inversión sostenida y equitativa: México destina menos del 5% de su PIB a educación, cifra insuficiente frente a estándares internacionales. Se requieren recursos orientados no solo a infraestructura, sino a la capacitación docente y a garantizar acceso digital en todo el país.

2. Enfoque en aprendizajes esenciales: antes que saturar a los estudiantes con planes de estudio extensos y poco aplicables, es urgente fortalecer matemáticas, lectura crítica, pensamiento científico y habilidades socioemocionales. Estos son los cimientos de cualquier formación integral.

3. Alianza entre la sociedad civil y el sector privado: el reto educativo no puede recaer únicamente en el Estado. Se necesita colaboración con comunidades, empresas y universidades para diseñar programas innovadores que respondan a los desafíos actuales, como la digitalización y la economía del conocimiento.

La educación no puede seguir siendo rehén de los vaivenes políticos. Los niños y jóvenes de México merecen un sistema que les permita competir globalmente y, sobre todo, desarrollar su máximo potencial como ciudadanos. Hablar de futuro sin garantizar educación de calidad es un acto de irresponsabilidad. La gran transformación pendiente del país no se jugará en las urnas ni en los megaproyectos, sino en las aulas y con nuestros jóvenes.