El Día de la Juventud no dura solo 24 horas.

El 12 de agosto, el calendario nos invita a reflexionar sobre el papel de la juventud. De pronto, los reflectores se encienden, los políticos suben al podio y en las redes sociales nos dicen que somos "el futuro de la nación" y "agentes de cambio". Es un día lleno de esperanza y de buenas intenciones. Sin embargo, para que esa promesa sea real, la conversación debe ir más allá de las 24 horas de celebración.

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Karen Vargas

8/14/20253 min read

El 12 de agosto, el calendario nos invita a reflexionar sobre el papel de la juventud. De pronto, los reflectores se encienden, los políticos suben al podio y en las redes sociales nos dicen que somos "el futuro de la nación" y "agentes de cambio". Es un día lleno de esperanza y de buenas intenciones. Sin embargo, para que esa promesa sea real, la conversación debe ir más allá de las 24 horas de celebración.

Recientemente, una joven en el Congreso de la Ciudad de México nos recordó de manera valiente y directa que el diálogo es una calle de dos sentidos. Al recibir el Premio de la Juventud, notó que, mientras ella hablaba, muchos de los legisladores estaban más atentos a sus teléfonos que a su mensaje. Su llamado no fue un ataque, sino una invitación genuina a la reflexión: "Pongan su parte para ponernos atención... si realmente nos quieren apoyar".

Su gesto simboliza lo que muchos jóvenes anhelan: ser tomados en cuenta de manera activa. No se trata de un simple reconocimiento, sino de un compromiso verdadero. Y es que el valor de nuestra generación se demuestra todos los días, con acciones concretas que, en muchas ocasiones, no reciben aplausos ni reflectores.

Esta lucha por el reconocimiento no es nueva. Figuras que hoy admiramos enfrentaron el mismo escepticismo en su juventud. Malala Yousafzai, a quien se le dijo que su voz no importaba por ser una niña, sobrevivió a un ataque para convertirse en la defensora más joven de la educación para las niñas en el mundo. Su inquebrantable valentía y convicción la han convertido en un ícono global, recordándonos que el valor no se mide por la edad, sino por la convicción.

En México, tenemos nuestros propios ejemplos de jóvenes que han desafiado las expectativas. Xiye Bastida, originaria del Estado de México, es una activista climática que, tras vivir los estragos de la sequía y las inundaciones en su comunidad, se ha convertido en una voz global. Xiye ha sido una figura clave en las cumbres del clima de la ONU, enfrentando a los líderes mundiales con preguntas directas como: "¿Cuántas COPs más van a esperar antes de actuar?". Su historia es un claro ejemplo de cómo una experiencia personal puede encender la chispa del activismo a nivel internacional.

Otro ejemplo es el de Álvaro Quiroz, el primer mexicano en ser reconocido en la Cumbre de Jóvenes Activistas de la ONU. Tras vivir en situación de calle, fundó Brigada12 a los 21 años, una ONG que ayuda a personas sin hogar a encontrar trabajo y recuperar su dignidad. Su trabajo demuestra que la vulnerabilidad puede convertirse en una poderosa fuerza para ayudar a otros.

Las estadísticas nos lo demuestran. La participación de los jóvenes en la política está en constante crecimiento. De acuerdo con datos del Instituto Nacional Electoral (INE), el número de jóvenes de 18 a 29 años que acude a las urnas ha aumentado de manera notable, evidenciando un interés genuino en ser parte de la toma de decisiones. No solo votamos, sino que también impulsamos iniciativas cívicas, nos organizamos para defender causas sociales y alzamos la voz en foros digitales y presenciales.

Además, nuestro aporte a la sociedad es innegable. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), somos una fuerza motora en la innovación social y tecnológica. Los jóvenes de hoy están al frente de emprendimientos con un enfoque sostenible, creando soluciones para el cambio climático y desarrollando proyectos comunitarios que buscan construir un mundo mejor.

Por eso, la verdadera celebración del Día de la Juventud no es solo recordar lo que hemos logrado. Es una invitación a construir juntos. Es un llamado a que, tanto los jóvenes como los líderes de hoy, encuentren puntos de encuentro. Es un recordatorio de que somos un equipo y que, para alcanzar el futuro que todos deseamos, es fundamental escucharnos, valorarnos y trabajar de la mano.

Jóvenes, su valor no es negociable. Es incalculable. Que este día sirva como un recordatorio para seguir creando, luchando y demostrando que somos el presente, la fuerza que mueve a México. Y a los líderes, que este día les recuerde que la mejor forma de celebrar a la juventud es abriéndole las puertas, escuchándola y construyendo puentes hacia un futuro donde todos tengamos un lugar.