El Sonido de la Esperanza: La Paz se Construye con Arte y Educación.

Aún siento la vibración de esa noche del 21 de septiembre en Cuajimalpa. Hay momentos que se quedan grabados no solo en la memoria, sino en el corazón, y este fue sin duda uno de ellos.

L@S COLUMNISTAS

Barbara Castillo Laborde

9/30/20252 min read

Aún siento la vibración de esa noche del 21 de septiembre en Cuajimalpa. Hay momentos que se quedan grabados no solo en la memoria, sino en el corazón, y este fue sin duda uno de ellos. Como una de las impulsoras de este Concierto por la Paz, puedo decir con total certeza que lo que vivimos fue mucho más que un evento: fue la materialización de un sueño colectivo, una poderosa declaración de que la paz se construye con la comunidad, el arte y la educación.

Mi convicción, forjada en el trabajo diario desde el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), es que la cultura y la educación son las herramientas más poderosas para sembrar un futuro justo. No son lujos, sino derechos fundamentales. Por eso, cuando desde mi equipo nos unimos al Comité Armonía Sin Fronteras y a artistas tan generosos y comprometidos, sabíamos que no estábamos solo organizando un espectáculo, sino abriendo un espacio para el encuentro, el aprendizaje y la esperanza.

Confieso que cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, sentí ese nudo en el estómago que precede a la incertidumbre. Pero entonces, ocurrió algo mágico. Miré al público, a las familias, a los jóvenes, y lo que vi no fue gente dispuesta a irse, sino una comunidad con una determinación inquebrantable. Vi a los artistas redoblar su entrega y al equipo técnico proteger con su propio cuerpo el equipo para que la música no parara. En ese instante, bajo la tormenta, entendí que la lluvia no estaba apagando nada; al contrario, estaba avivando nuestro espíritu y sellando nuestro compromiso.

Un esfuerzo de esta magnitud es imposible sin alianzas, y por eso me siento profundamente agradecida. Quiero reconocer de corazón el apoyo del alcalde Carlos Orvañanos y su equipo, Giovanni Márquez y Rafael Montiel, cuya disposición fue clave para que tuviéramos un escenario digno. Mi gratitud es inmensa para el personal de audio que soportó las peores condiciones con un profesionalismo admirable. Y sobre todo, quiero darle las gracias a la gente bonita de Cuajimalpa. Ustedes fueron el alma del concierto; su energía y su resistencia bajo la lluvia le dieron sentido a todo nuestro esfuerzo.

Por eso afirmo que este concierto no fue un fin, sino el inicio de un movimiento. Mi compromiso, y el de todo mi equipo, es seguir adelante. Llevaremos esta iniciativa a más rincones de la Ciudad de México y, eventualmente, del país. Nos guía la visión de nuestro director general en el INEA, Armando Contreras Castillo, quien nos recuerda constantemente que “educar es sembrar paz”. Cada vez que veo a una persona adulta recibir su certificado, compruebo que la educación es, en efecto, la herramienta más poderosa para cambiar destinos.

La llama que encendimos juntos en Cuajimalpa es una que me comprometo a mantener viva. Porque creo firmemente en las alianzas que dejan huella, las que transforman vidas. Que cada acorde que suene y cada palabra que se aprenda sigan siendo, para todos nosotros, las verdaderas semillas de la paz.