Encuesta en Quintana Roo revela rechazo al ambientalismo digital; población del sur exige desarrollo.
Una encuesta digital difundida recientemente por el Maya mx arrojó que el 95.9 % de la población en Quintana Roo considera que el llamado “ambientalismo en redes” busca más atención e impacto viral que aportar críticas informadas y constructivas. Los resultados dejan claro que la mayoría de la ciudadanía encuestada no se siente identificada con un activismo digital que prioriza el ruido sobre las soluciones.
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Una encuesta digital difundida recientemente por el Maya mx arrojó que el 95.9 % de la población en Quintana Roo considera que el llamado “ambientalismo en redes” busca más atención e impacto viral que aportar críticas informadas y constructivas. Los resultados dejan claro que la mayoría de la ciudadanía encuestada no se siente identificada con un activismo digital que prioriza el ruido sobre las soluciones.
Este sentir popular adquiere especial relevancia en el sur de Quintana Roo, una región históricamente rezagada en comparación con el norte turístico —Cancún, Playa del Carmen, Tulum—, y dónde proyectos de inversión representan una oportunidad única de desarrollo humano y económico.
Un ejemplo reciente fue la fuerte oposición digital al proyecto Casa D de Diego Dreyfus en Tulum, al que se acusó sin sustento de deforestar 21 hectáreas. La documentación oficial demostró que se trataba de un desarrollo de cuatro cabañas y menos de 20 llaves, imposibilitando tal magnitud de impacto. La polémica se centró en el uso de “palos” para ahuyentar fauna, una práctica cuyo impacto acústico es menor al de establecimientos que operan en la zona sin generar indignación en redes.
Población del sur respalda la inversión; exigen oportunidades.
Frente a estas críticas, los habitantes de las comunidades del sur han alzado la voz para exigir que no se frenen proyectos que pueden transformar su realidad. Es el caso de Nazle Vega, restaurantera y líder social de Mahahual, quien expresó el apoyo mayoritario de su comunidad a la inversión:
“[Los proyectos de inversión] podrían generar más de tres mil empleos. Aquí hay fondas y pequeños restaurantes que podrían beneficiarse. Mahahual tiene solo dos calles y ni siquiera contamos con cuadrillas de limpieza. El desarrollo es necesario para nosotros”.
Sobre las críticas ambientales, Vega cuestionó la selectividad de las protestas: “Extranjeros e inversionistas tumbaron manglares para sus desarrollos, que en un inicio serían de dos pisos y ahora tienen hasta seis. Nadie dijo nada entonces ni dejaron beneficios. Hay que preguntarles a las autoridades por qué ahora sí se oponen”.
Habitantes de algunas comunidades del sur enunciaron carencias históricas en educación, salud e infraestructura, así como desvío de recursos en el pasado. “Nuestra comunidad es un pueblo sin ley; aquí nadie vigila ni invierte. Necesitamos trabajo y oportunidades. No queremos que otros decidan por nosotros”, expresan.
Oposición sin fundamento frena el desarrollo sustentable.
La oposición a proyectos como Casa D no solo carece de sustento técnico —ya que cumplía con toda la normativa ambiental—, sino que resulta irresponsable al privar a comunidades enteras de alternativas para mejorar sus condiciones de vida. Mientras el norte del estado cuenta con una economía turística consolidada, el sur sobrevive en el abandono.
La encuesta sugiere que la gente del sur del estado está harta de la irresponsabilidad que supone negarse a proyectos que podrían suponer mayores oportunidades, y posibilidades de trabajo con base en críticas infundadas o sin tener conocimiento real sobre su sostenibilidad.
El riesgo del ambientalismo digital: perder afinidad social.
La encuesta y los casos recientes apuntan a un riesgo claro: cuando el ambientalismo digital se concentra en la viralidad, no solo pierde credibilidad, sino que debilita la legitimidad de las causas ambientales verdaderamente urgentes —como la contaminación de acuíferos o la deforestación por expansión agropecuaria—, que paradójicamente reciben menos atención en redes.
El desafío en Quintana Roo es doble: garantizar que el desarrollo se realice con rigor ambiental y, al mismo tiempo, reconectar el movimiento ambiental con las necesidades reales de las comunidades. Al parecer a la población del sur el ambientalismo de redes, en su forma actual, podría no representar sus intereses ni su visión de futuro. Al menos, eso sugiere la encuesta.