Entre ajetreos y despertares
Varios fueron los sucesos políticos de la semana que acaba. En lo nacional: una serie de conflictos internos a nivel de partidos que fueron desde los problemas tan específicos, como el caso de Sergio Mayer en Morena, hasta lo formal, como la reelección de Alejandro Moreno que lo mantendrá en la presidencia nacional del PRI. En lo global: dos derrotas de los conservadores y las derechas radicales tanto en el Reino Unido, donde ganó el Partido Laborista, como en Francia, donde se había pronosticado una victoria del partido de Le Pen que se convirtió en una derrota vergonzosa para lo esperado.
NACIONAL / ESTADOS


Varios fueron los sucesos políticos de la semana que acaba. En lo nacional: una serie de conflictos internos a nivel de partidos que fueron desde los problemas tan específicos, como el caso de Sergio Mayer en Morena, hasta lo formal, como la reelección de Alejandro Moreno que lo mantendrá en la presidencia nacional del PRI. En lo global: dos derrotas de los conservadores y las derechas radicales tanto en el Reino Unido, donde ganó el Partido Laborista, como en Francia, donde se había pronosticado una victoria del partido de Le Pen que se convirtió en una derrota vergonzosa para lo esperado.
Si bien todos estos hechos pueden verse como cuestiones separadas, hay una realidad que se forja a manera de vínculo entre ellos: la derecha sigue sin poder despertar el anhelado respaldo popular, en un contexto en el que su hegemonía pareciera ya ser una mera ilusión. Las ideas de los bandos conservadores y el populismo neofascista reciente no han podido mostrarse como una alternativa viable para los votantes. Razones para este declive en popularidad son varias. Sin embargo, todo tiene su raíz en lo siguiente: los pueblos no toleran la situación vigente y saben cómo definir el destino de sus naciones en momentos cruciales como el presente. En el caso francés, la opción centrista ha dejado de ser la vía principal, para ahora ver al pueblo francés optar por una oportunidad que se les muestra más radical, por lo menos en lo discursivo. Asimismo, en el caso de Gran Bretaña, son los votantes quienes dejan el camino conservador para pasarse a la opción “popular”.
Podemos debatir mucho en torno a la cuestión de si las opciones que han salido victoriosas en los periodos electorales recientes, incluyendo el caso mexicano, son de una “verdadera izquierda” o no. Pero, de cualquier forma, lo importante que ha de ser resaltado es que la corriente neofascista no ha conseguido los resultados que tanto los medios liberales como la infocracia le pronosticaban, y sólo ha expuesto su ineptitud. En este contexto, ¿qué necesitan las derechas para reinventarse y resurgir? Las respuestas a este cuestionamiento también son muchas, pero, de cualquier manera, hay una segura: no repetir los errores en la dirigencia que tanto les caracterizaron durante estos periodos electorales (aquí la coalición opositora en México ya va perdiendo). Asimismo, quizá sería útil el reflexionar en torno a toda su estrategia mediática. En este ámbito también hay puntos comunes: todas las opciones conservadoras se mantienen más por un esquema mediático a través de pagos y negociaciones “en lo oscurito”, que por el respaldo popular. Los poderes fácticos ya no son suficientes para moldear el destino de los pueblos al gusto de unos cuantos. Los pueblos despiertan y toman decisiones fuera de las ilusiones creadas por las narrativas de derechas.
Mucho sería el tiempo que nos tomaría platicar sobre el intento de surgimiento de los neofascismos a escala global, y no contamos con dicho tiempo en este espacio. De cualquier forma, el motivo de la presente columna ha sido más el de expresar un contento para con la semana que termina. Hay que celebrar, los pueblos están despiertos. Sin embargo, no hay que bajar la guardia, puesto que el despertar de los pueblos tampoco tolera a los “conciliadores” que terminan olvidando sus principios, inclusive si estos dicen ser de izquierdas, aquí el caso de los conflictos internos del partido hegemónico en México adquiere importancia. Sólo hay dos vías, a la manera de Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”. No confundamos saber negociar con tolerar que cualquiera, de un día para otro, pueda ser de izquierda.