Hacia una radicalización en la democracia
Sería absurdo considerar el sistema democrático vigente como uno perfecto y exento de errores. En el contexto actual, posterior a los comicios del pasado 2 de junio, se puede contar con la evidencia necesaria para demostrar que debe estar en el orden del día la iniciativa de una transición hacia un formato de democracia distinta, en el que lo que se priorice sea una transformación del sistema partidista vigente.
NACIONAL / ESTADOS
Sería absurdo considerar el sistema democrático vigente como uno perfecto y exento de errores. En el contexto actual, posterior a los comicios del pasado 2 de junio, se puede contar con la evidencia necesaria para demostrar que debe estar en el orden del día la iniciativa de una transición hacia un formato de democracia distinta, en el que lo que se priorice sea una transformación del sistema partidista vigente. Si bien no hay duda alguna de que hay un amplio sector del padrón electoral que sí se ve representado con la coalición hegemónica (alrededor de 37 millones de votantes), las motivaciones en el presente escrito son unas que van más allá del mero análisis de un fenómeno ya estudiado. Y, es en extremo necesario que el no verse satisfechos con la fuerza electoral lograda hasta el día de hoy y echar un vistazo a un sector que suele salir de la discusión: el sector de “los no representados”. Con este término hago referencia al sector de los que se dicen “no convencidos” y que consideran que el esquema de partidos actual no les representa. Con respecto a este punto, sería una equivocación garrafal el tachar a este sector de “puro apoliticismo” o “ignorantes” de lo que ocurre en la vida política nacional. La tesis principal, la cual se sostendrá como hilo conductor a lo largo del presente trabajo, es la siguiente: la escasa participación política que se ve expuesta en dicho sector no ha de subestimarse como algo de lesa importancia, sino que es necesario, desde la izquierda, comprender que dicho “apoliticismo” se debe a la crisis de un sistema de representación política que tiene que ser transformado de manera sustancial, por no decir abolido y sustituido por uno completamente nuevo, con un carácter de clase distinto.
El planteamiento de esta idea nos remite a un debate que ha prevalecido a lo largo de la evolución de la teoría política: el estar situados en un contexto global de casi idolatría para las ideas y conceptos liberales, junto con sus instituciones, tanto en el ámbito académico como en el de la práctica política diaria. Sabemos que dicha idolatría no proviene de un fenómeno meramente espontáneo, sus raíces se hallan en toda una estrategia cultural que le ha respaldado, dentro de la que se encuentran amplios campos mediáticos y grupos de élite. Es por ello que es necesario comprender que la causa principal de los defectos en materia de representación política, vigentes en nuestra sociedad actual, se encuentra en la misma naturaleza del sistema liberal, pues la simple “democracia representativa” no logra su propósito por completo, al ser un esquema que ha sido manipulado por diversos grupos de interés a lo largo del tiempo.
Sin embargo, dicho todo esto, ¿a dónde se tendría que ir? Hallar una respuesta es de suma complejidad, pero vale la pena hacer un breve planteamiento. La propuesta que aquí se presenta es la siguiente:
Como grupos de lucha con el objetivo común de la plena emancipación humana (aquí no hago referencia al mero esquema partidista, sino a las masas que le dan vida en sus bases), es necesario plantearnos como fundamental el problema de la representaci´pj política que sufren los “no convencidos”. En ese tenor, mantener la vista en la importancia de la completa reforma de nuestra concepción de democracia es un factor indispensable, pues sólo a través del debate teórico se podrá llegar a una concepción distinta que tenga como pilar la participación activa y directa del pueblo y no la simple búsqueda de su “representación”.
Por ello, la izquierda no tiene que olvidar que su objetivo principal es la emancipación general de la humanidad y no los simples alivios en la superficie. Se puede considerar una motivación muy a largo plazo, que lo es, sin embargo, siempre se tiene que saber cuál es el objetivo final para no perder el rumbo. En este ámbito, la lucha por los ideales de la emancipación no es una que se vaya a concretar plenamente desde el esquema político liberal. Si bien no se puede negar que existe un avance serio a partir de la labor dentro de ese esquema, sería un error no ver más allá del mismo y dejar de lado el objetivo de su superación. El fenómeno de la burocratización es uno que surge dentro del mismo sistema que venimos tratando y su forma de democracia tiene una tendencia innata hacia dicho fenómeno, es por eso que es indispensable ver más allá de los límites que el liberalismo nos impone y llegar a formular una concepción de democracia directa, desde la izquierda y adaptada a nuestro tiempo, que permita erradicar el problema de la escasa participación política desde la raíz.