LA POLÍTICA QUE ESCUCHA: CUANDO LA INCLUSIÓN DEJA DE SER DISCURSO.
No siempre la política ofrece razones para creer en ella. Muchas veces, los pendientes legislativos parecen acumular polvo en los cajones de los congresos, mientras afuera la realidad corre sin esperar a nadie.
L@S COLUMNISTAS


No siempre la política ofrece razones para creer en ella. Muchas veces, los pendientes legislativos parecen acumular polvo en los cajones de los congresos, mientras afuera la realidad corre sin esperar a nadie. Pero lo sucedido en Durango capital y Gómez Palacio hace unos días, merece ser subrayado: los foros “Hacia Reformas Legislativas Inclusivas y con Enfoque de Derechos Humanos”, demostraron que la política también puede abrirse, escuchar y caminar al ritmo de la sociedad.
No es un dato menor que 15 iniciativas, algunas con años en la congeladora, hayan sido puestas a debate público bajo una dinámica de participación real. Eso, en un contexto donde la ciudadanía suele quejarse de que las decisiones se toman sin la consulta ciudadana.
Lo trascendente de estos foros no se limita a su carácter informativo, sino a la metodología con la que se organizaron: cuatro mesas de trabajo que abarcaron los ejes temáticos más urgentes y sensibles en la materia: inclusión, participación y derechos; educación inclusiva y comunicación; atención y cuidados; espectro autista y atención especializada. Se habló con datos, pero también con testimonios; con argumentos técnicos, pero sobre todo con la voz de quienes deben ser escuchados.
En cada una de estas mesas, representantes de organizaciones sociales, académicos, autoridades y ciudadanía compartieron diagnósticos, experiencias y propuestas concretas. Fue un diálogo horizontal, que busca romper con la práctica de legislar a puerta cerrada, sin escuchar a quienes viven en carne propia las problemáticas. Este tipo de ejercicios, además, cumplen con una obligación fundamental establecida en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: consultarlos directamente sobre los cambios legislativos que impactan en sus vidas.
Lo que sigue no es menor, de estas discusiones saldrá un informe que llegará a las comisiones dictaminadoras del Congreso y finalmente, la última palabra será del Pleno de las y los diputados. La tarea será retomar las ideas vertidas en los foros, para enriquecer las iniciativas correspondientes y que las reformas avancen a una inclusión efectiva. En un momento en que la política enfrenta un déficit de confianza, estos foros dejan una lección poderosa: cuando el poder abre la puerta al diálogo, se construyen soluciones más sólidas y legítimas.
Porque al final, la inclusión no puede ser un eslogan: tiene que convertirse en ley, en política pública y en una nueva forma de entender la democracia. Y si algo nos recordaron estos foros es que cuando la ciudadanía y las instituciones caminan juntas, el futuro deja de ser un horizonte lejano y se convierte en una posibilidad real.