Más allá de los jueces: ¿Por qué la reforma al Poder Judicial es indispensable para la democracia?

A pocos días de vivir una de las votaciones más importantes de la historia de México. El debate sobre la reforma al Poder Judicial encendió las pasiones de analistas, políticos y ciudadanía por igual. Pero, ¿qué estuvo realmente en juego? No se trató solo de cambiar nombres o estructuras: hablamos de la posibilidad de construir un México donde la justicia fuera realmente del pueblo y para el pueblo.

LEGISLADORESNACIONAL / ESTADOS

José Alfredo Pérez Barro

6/9/20252 min read

A pocos días haber vivido una de las votaciones más importantes de la historia de México. El debate sobre la reforma al Poder Judicial encendió las pasiones de analistas, políticos y ciudadanía por igual. Pero, ¿qué estuvo realmente en juego? No se trató solo de cambiar nombres o estructuras: hablamos de la posibilidad de construir un México donde la justicia fuera realmente del pueblo y para el pueblo.

Como ciudadanos, insistimos en que este no fue un capricho ni un movimiento político oportunista. Fue una necesidad histórica. El pueblo exigió un Poder Judicial que no sirviera a las élites ni a los poderes fácticos, sino que fuera un garante real de derechos, igualdad y justicia.

Anteriormente, el Poder Judicial funcionó muchas veces como un espacio cerrado, dominado por redes de privilegio, donde el acceso a la justicia pareció reservado para quienes tuvieron poder económico o político. ¿Cuántos casos de injusticia cotidiana terminaron enterrados porque los afectados no tuvieron recursos ni contactos? ¿Cuántas decisiones judiciales se tomaron mirando más a los intereses de unos pocos que a los derechos de las mayorías?

Esta reforma lo que buscó fue abrir las puertas de la justicia. No fue solo cuestión de elegir jueces de manera democrática, sino de replantear el papel que jugaron frente al pueblo. Quisimos que quienes tomaran decisiones cruciales para la vida pública tuvieran legitimidad, compromiso social y verdadera rendición de cuentas.

Ningún poder debió estar exento del escrutinio ciudadano. Así como se eligió al presidente, a los diputados y a los senadores, ¿por qué los jueces habrían de quedar fuera del control democrático? Este principio fue básico para avanzar hacia una democracia más madura y correcta.

Los datos mostraron que la percepción ciudadana sobre el Poder Judicial estuvo lejos de ser positiva. Según encuestas recientes, más del 60% de la población consideró que los jueces fueron corruptos o parciales. Este no fue un detalle menor: sin confianza en las instituciones, la democracia se vació de contenido.

Debimos ir más allá de los discursos alarmistas que decían que esta reforma pondría en riesgo la “autonomía judicial”. La verdadera autonomía no fue hacer lo que quisieran sin rendir cuentas; fue tener la capacidad de decidir conforme a la ley, con justicia y en beneficio del pueblo, no de ciertos intereses oscuros.

El reto que enfrentamos no fue pequeño, pero fue necesario. Si de verdad quisimos un México más justo, no pudimos permitirnos postergar esta transformación. Hubo quienes dijeron que era peligroso, que era un salto al vacío. Pero lo realmente peligroso fue seguir como estábamos: con un Poder Judicial que muchas veces le dio la espalda a las mayorías.

La reforma al Poder Judicial no fue un ataque: fue una oportunidad. Una oportunidad para democratizar la justicia, para reconstruir la confianza ciudadana, para demostrar que en este país nadie estuvo por encima del pueblo.

¿Estuvimos listos para dar este paso? La respuesta fue clara: sí. Porque no le temimos al juicio ciudadano. Porque creímos que la justicia no pudo ser patrimonio de unos pocos. Porque supimos que un México más justo solo sería posible si todas y todos fuimos parte de una mejor construcción.