“México Canta por la Paz y contra las Adicciones.”
Mientras en Estados Unidos la migración vuelve a ser usada como bandera política para dividir y legitimar gobiernos, nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo decide mostrarle al mundo la verdadera grandeza de México. Y como bien decía nuestro querido presidente Andrés Manuel López Obrador, “lo mejor de nuestro país es su gente”.
L@S COLUMNISTAS


En esta Cuarta Transformación también llegamos las minorías, y eso me llena de orgullo.
Como diputada federal migrante, viví con enorme emoción el primer concurso “México Canta por la Paz y contra las Adicciones”. Desde que nuestra presidenta lo anunció en la mañanera del pueblo, seguí el proceso paso a paso a través de las redes. Me conmovió profundamente ver a nuestras y nuestros compatriotas de Illinois participando con tanto amor por México.
Ahí entendí algo muy importante: nuestra presidenta ha iniciado una lucha cultural. Una lucha que siembra la semilla de la paz en cada joven, en cada voz que se levanta para cantar por un México más justo y solidario.
Mientras en Estados Unidos la migración vuelve a ser usada como bandera política para dividir y legitimar gobiernos, nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo decide mostrarle al mundo la verdadera grandeza de México. Y como bien decía nuestro querido presidente Andrés Manuel López Obrador, “lo mejor de nuestro país es su gente”.
Por eso existe este segundo piso de la Cuarta Transformación: porque Claudia comprende que la manera de enfrentar al fascismo y a la violencia es con paz, con cultura y con amor. Esta competencia unió a mexicanas y mexicanos de todo el país y también del exterior. Jóvenes que llevan a México en el corazón, que crecieron entre dos naciones, pero que nunca han dejado de sentir orgullo por sus raíces.
Entre ellos estuvieron las y los soñadores (DACA), jóvenes valientes que al llegar el momento de estudiar descubren que no tienen documentos, ni seguro social, ni ciudadanía estadounidense. Que estudiar, para ellos, parece solo un sueño… pero aun así, no se rinden. Cantan. Cantan por sus familias, por su identidad, por su derecho a ser y a soñar.
Cada interpretación fue un testimonio de vida. Historias de hijas e hijos de migrantes que han visto a sus padres trabajar sin descanso, enfrentando salarios mínimos, jornadas largas y hasta robo de salario. Historias marcadas por la lucha, por el amor, por la esperanza y por la dignidad.
En este certamen participaron cantantes y cantautores que dejaron el alma en el escenario. Escuchar a Carolina Imperial, Blue, Camila y a tantas y tantos más, me recordó que el amor por la patria no conoce fronteras.
Porque cantar por la paz también es construirla. Y desde donde estemos, las y los migrantes seguiremos sembrando cultura, esperanza y transformación.
