¿Por qué le tienen tanto miedo al progreso?

Yo soy chihuahuense por adopción y siempre he sentido un profundo amor por esta hermosa tierra. Desde los pequeños espacios en los que me he desarrollado, he tratado de aportar un poquito para que sea una ciudad más informada, pensante y con un tejido social fuerte y creciente.

L@S COLUMNISTAS

Karla Espinoza

10/10/20252 min read

Yo soy chihuahuense por adopción y siempre he sentido un profundo amor por esta hermosa tierra. Desde los pequeños espacios en los que me he desarrollado, he tratado de aportar un poquito para que sea una ciudad más informada, pensante y con un tejido social fuerte y creciente.

Enterarme de estas noticias no solo me entristece, sino que me asquea. El ascenso y fortalecimiento de la derecha ha estado histórica e íntimamente vinculado a la restricción de libertades y al anti–derecho humanismo.

El lenguaje incluyente es un pequeño, pero significativo, avance para la comunidad sexo diversa —que por años ha sido omitida e invisibilizada— al igual que para las mujeres. A ambos sectores poblacionales, el patriarcado, avalado y sostenido por un Estado machista y conservador, les ha querido contar la historia y la vida diaria en masculino, borrando la diversidad y siendo insensible ante las luchas personales de muchas personas que diariamente libran batallas de identidad, con quienes el Estado tiene la deuda de verles y nombrarles.

En una entidad como Chihuahua, con tantos rezagos, fallas, injusticias y deudas pendientes, resulta no solo vergonzante, sino ridículo y ofensivo ver a legisladores retrógradas prestarse al juego de la invisibilización y de los anti–derechos, respaldando e impulsando políticas reaccionarias. En vez de velar por la preservación de las garantías individuales, se vuelven inmundos apóstoles del atraso, guardianes del viejo orden, actuando más como inquisidores de la diversidad que como representantes del pueblo.

Debería preocuparles el estatus de la seguridad, los feminicidios, la tala clandestina de nuestra sierra, la terrible corrupción que aqueja al Estado, las violaciones a los derechos humanos que presenciamos a diario, los constantes abusos que sufren las infancias a manos de sacerdotes. Deberían perderle el miedo al progreso, ser sensibles a las diversidades y reconocer el derecho de la población a ser nombrada como mejor le parezca.

La aprobación de esta ley absurda viola la autonomía universitaria, vulnera a las, los y les estudiantes, y nos remite a espectros dogmáticos. Convierte a quienes aprobaron semejante aberración en verdaderos herederos del oscurantismo, que no merecen representar a la población chihuahuense. Dan vergüenza.

Las políticas de esos guardianes del atraso son un insulto a la inteligencia colectiva. Debemos ser cautos, pues la prohibición de derechos tan elementales como el de ser nombrados es la antesala de un lobby político de derecha, abanderado por quienes promueven la ideologización más dañina y antiderechohumanista de nuestro tiempo.

Decía Foucault que la realidad social se produce en el discurso; el lenguaje es una forma de poder. No debemos permitir un Estado intimidatorio y prohibitivo. Nada que no se nombre, existe.

Esto es, entonces, un borrado simbólico y peligroso para todas y todos quienes no actuamos como la mayoría o no encajamos en el estándar de hegemonía.

¿Por qué le tienen tanto miedo al progreso?

Que no se nos olvide que este país se construyó con la herencia de una revolución de izquierda; que las y los mexicanos somos herederos de la raza cósmica, de la lucha social y de la defensa de las minorías.

No se vale agachar la cabeza ni aliarse con los enemigos oscurantistas de la patria.

Defendamos lo que más nos pertenece: nuestro idioma, nuestra lengua, y la evolución que naturalmente le corresponde.

Así como los pueblos evolucionan, evoluciona también el habla y sus hablantes.