Traición, poder y simulación: la vieja política habla
Esta semana, Sandra Cuevas decidió “confesar”. Lo hizo con esa mezcla de cinismo y oportunismo que la caracteriza: no para asumir responsabilidad, sino para señalar, para manchar, para seguir vendiendo espectáculo político. En entrevista con Los Periodistas, acusó al hoy diputado Ricardo Monreal de haber utilizado a los alcaldes opositores de la Ciudad de México para golpear desde dentro a quien hoy es Presidenta de la República: Claudia Sheinbaum Pardo.


Cuando las máscaras caen, lo que queda no es sorpresa. Es confirmación.
Esta semana, Sandra Cuevas decidió “confesar”. Lo hizo con esa mezcla de cinismo y oportunismo que la caracteriza: no para asumir responsabilidad, sino para señalar, para manchar, para seguir vendiendo espectáculo político. En entrevista con Los Periodistas, acusó al hoy diputado Ricardo Monreal de haber utilizado a los alcaldes opositores de la Ciudad de México para golpear desde dentro a quien hoy es Presidenta de la República: Claudia Sheinbaum Pardo.
Las declaraciones no sorprenden. Pero sí sirven. Porque vienen de alguien que fue, durante años, cómplice de los mismos que ahora denuncia. Sandra Cuevas no está revelando secretos: está intentando salvarse del naufragio político en el que está atrapada. Y en su intento por seguir vigente, arrastra consigo a su viejo operador: Ricardo Monreal.
Si algo queda claro de este episodio es que hay un grupo que jamás creyó en la transformación. Que jugó a dos bandas. Que vivió del poder de Morena mientras le apostaba al fracaso de la 4T. Monreal no solo coqueteó con la oposición: fue parte de ella desde adentro. Y ahora sus fichas empiezan a hablar.
Sandra Cuevas lo llama traidor. Lo dice ella, una mujer que gobernó Cuauhtémoc con soberbia, clasismo y violencia institucional. Y sin quererlo, confirma lo que muchos sabíamos: Monreal fue el caballo de Troya de una derecha que intentó frenar la llegada de Sheinbaum al poder.
Pero lo más revelador no es la traición política, sino la visión que ambos comparten del poder. Para ellos, gobernar no es transformar. Es negociar, traicionar, calcular. Para ellos, la política sigue siendo un juego de ambición personal, no un mandato colectivo. Por eso se juntaron. Por eso se entienden. Por eso, aunque hoy se acusen, siguen siendo parte del mismo modelo: el que México ya decidió dejar atrás.
La Cuarta Transformación ha puesto en el centro la ética, el mandato popular, la cercanía con el pueblo. Lo que vemos en Sandra Cuevas y Ricardo Monreal es lo contrario: la vieja política disfrazada de novedad, el pacto de impunidad rompiéndose porque ya no hay espacio para él.
Hoy las cosas caen por su propio peso. La simulación se agota. Y lo que queda es lo que importa: el pueblo ya eligió otro camino. Y en ese camino, ni Cuevas ni Monreal caben.