Una perrita malherida, un refugio desesperado y la llamada de la gobernadora Mara Lezama que lo cambió todo.

Hay heridas que no solo marcan la piel, sino que dejan una cicatriz en el alma de una comunidad. El pasado 27 de agosto, el horror tuvo un rostro: el de una perrita encontrada en las calles de la colonia 3 Reyes en Cancún. Abandonada a su suerte, con el cuerpo brutalmente herido por un machetazo que casi la despelleja viva. A su lado, su pequeño cachorro, también herido, se aferraba a ella, en un mudo testimonio de lealtad y terror. La llamaremos "Valentina", por su valentía. Valentina fue sometida a una cirugía de más de cuatro horas. Cada sutura, cada medicamento, era un paso en una batalla por su vida. Los días que siguieron fueron críticos. El equipo de Cachorrilandia, con una mezcla de crudeza y amor, compartió en sus redes el costo material y emocional de este rescate: necesitaban insumos, alimento para el cachorro y ayuda para cubrir una cuenta veterinaria que crecía con cada latido de la perrita. Su llamado era un grito desesperado en nombre de quienes no tienen voz.

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8/29/20252 min read

Cancún, Quintana Roo – 29 de agosto de 2025

Hay heridas que no solo marcan la piel, sino que dejan una cicatriz en el alma de una comunidad. El pasado 27 de agosto, el horror tuvo un rostro: el de una perrita encontrada en las calles de la colonia 3 Reyes en Cancún. Abandonada a su suerte, con el cuerpo brutalmente herido por un machetazo que casi la despelleja viva. A su lado, su pequeño cachorro, también herido, se aferraba a ella, en un mudo testimonio de lealtad y terror.

Lo que pudo ser el final de una trágica historia de crueldad se transformó en un poderoso símbolo de esperanza gracias a los héroes anónimos del refugio Cachorrilandia. Con el corazón roto pero las manos firmes, la ingresaron de urgencia. Sabían que luchaban contra el tiempo y contra heridas tan profundas que parecían insuperables.

La llamaremos "Valentina", por su valentía.

Valentina fue sometida a una cirugía de más de cuatro horas. Cada sutura, cada medicamento, era un paso en una batalla por su vida. Los días que siguieron fueron críticos. El equipo de Cachorrilandia, con una mezcla de crudeza y amor, compartió en sus redes el costo material y emocional de este rescate: necesitaban insumos, alimento para el cachorro y ayuda para cubrir una cuenta veterinaria que crecía con cada latido de la perrita. Su llamado era un grito desesperado en nombre de quienes no tienen voz.

Y entonces, sucedió algo extraordinario.

Ese grito no solo fue escuchado por ciudadanos conmovidos. Resonó hasta llegar a oídos de la gobernadora Mara Lezama y el secretario de la SEMA, Óscar Rébora. A solo dos días del llamado de auxilio, el teléfono de Cachorrilandia sonó. No era una promesa vacía, era una acción inmediata.

En un gesto que el propio refugio calificó como histórico, el gobierno de Quintana Roo coordinó el envío de jaulas, pañales, gasas, cremas y, lo más importante, autorizó la cobertura total de la cirugía y la hospitalización, depositando los fondos directamente a la clínica veterinaria.

"Es la primera vez que recibimos una asistencia de esta magnitud para un caso de trauma", publicó un conmovido equipo de Cachorrilandia en sus redes, expresando una gratitud que iba más allá de lo material. Era el reconocimiento de que la vida de Valentina importaba, de que su lucha no era invisible.

Hoy, la historia de Valentina ya no es solo sobre la maldad de un individuo, sino sobre la bondad de muchos. Es la prueba de que cuando la sociedad civil y un gobierno sensible trabajan juntos, los milagros son posibles. Su recuperación será lenta, pero ya no está sola. Tiene a los ángeles de Cachorrilandia y el respaldo de un gobierno que decidió actuar.

Su lucha se ha convertido en la lucha de todo Quintana Roo, un poderoso recordatorio de que la compasión debe ser nuestra bandera y la justicia, nuestro camino.